lunes, 18 de mayo de 2009

HUMANIZAR LA CIUDAD

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Hace mucho tiempo adquirí un precioso librito titulado "Los nombres de las estrellas" de Edmund J Webb (Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957) en el que el autor explicaba cómo había cambiado para él su aprecio por el firmamento al saber que todos esos minúsculos puntitos de luz de la oscura bóveda celeste tenían nombres propios y muchas historias consigo. Con parecido deseo nace este libro: al conocer los nombres de los autores de cada edificio, y cuatro datos sobre su historia, espero contribuir a que todos sus ciudadanos amen un poco más esta ciudad, y a que empiecen a apreciar con el debido respeto cada uno de sus lugares.

Este libro sirve también para trazar una raya entre la ciudad hecha con nombres propios y la ciudad hecha por gentes que ocultan su nombre detrás de las sociedades económicas. Los primeros en traspasar esa raya a partir de los años setenta y ochenta fueron los promotores, y a partir de los noventa, ¡ay! también los arquitectos. Es una raya muy sutil, casi imperceptible, pero a todas luces muy importante.

Al dejar constancia de los nombres de las personas que han hecho esta ciudad, se pretende acaso levantar acta de que esta ciudad aún es humana y que vale la pena preservarla frente a la inhumanidad que van tejiendo en torno o en su interior el anonimato de las siglas, las razones de los dineros y los ciudadanos que buscan (o caen en la tentación de) esconder su nombre.

Vertebración

La posible tesis de este libro está en su vertebración, es decir, en la forma de ordenar los datos y en el modo de exponerlos. Podría decirse que las imágenes y los datos obedecen a un "catálogo de lugares" previamente elaborado, algo así como las constelaciones en que se podrían agrupar los puntitos de luz del firmamento. Pero al igual que en el problema de delimitar las constelaciones, el criterio no tiene que ver con lo próximas que están en realidad unas estrellas de otras (a veces las menos brillantes resulta que están más próximas de nosotros que las brillantes, etc.), o en qué constelación cabe poner a cada una de ellas cuando sus límites son tan difusos. Un catálogo de lugares puede acabar por convertirse en un listado de "límites", con el riesgo que eso supone para el continuum urbano que es lo que se trata de preservar. Sobre todo cuando tratamos de ubicar esas piezas tan singulares que son las esquinas, en donde la arquitectura parece condensarse para articular sus calles.

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